Ingesta de micronutrientes en los niños, ¿qué aporta la fortificación de los alimentos?

JOSÉ MALDONADO LOZANO
Profesor Titular de Pediatría (Universidad de Granada)
Unidad de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica
Hospital Universitario Virgen de las Nieves (Granada)


El consumo de una dieta variada y equilibrada durante la infancia es importante para conseguir un crecimiento y desarrollo óptimos, evitar deficiencias nutricionales y prevenir enfermedades que se manifiesten en el adulto. Sin embargo, diferentes factores sociales, económicos y culturales pueden limitar el desarrollo de una alimentación saludable. Los niños de grupos socioeconómicos desfavorecidos tienen un riesgo más alto de desarrollar hábitos alimentarios no saludables, con mayor ingesta de productos ricos en azúcares y grasas1-6, que por sus propiedades organolépticas hacen más apetecible su consumo. La incorporación de estos alimentos en la dieta habitual del niño puede inducir ingestas inadecuadas de nutrientes que, junto con la disminución de la actividad física y el sedentarismo, explicarían el aumento de la incidencia de sobrepeso y de obesidad y de deficiencia de micronutrientes durante la infancia.

Estudios recientes llevados a cabo en la población infantil y adolescente española3-10 han puesto de manifiesto una prevalencia del 23,3% de sobrepeso y del 17,3% de obesidad, una ingesta elevada de proteínas y grasas saturadas (AGS) y baja de hidratos de carbono, de ácidos grasos esenciales (ácido linoleico y ácido alfa-linolénico) y de ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (AGPI-CL) de la serie n-3, principalmente ácido docosahexaenoico (DHA). Un porcentaje significativo de ellos no cubrían las ingestas recomendadas de vitamina D, vitamina E, ácido fólico, calcio, yodo, magnesio, hierro y sodio.

La dieta de los niños españoles es excesiva en carnes, limitada en cereales y deficiente en verduras, hortalizas, frutas, legumbres y pescado, lo que implica exceso de ingesta de proteínas y grasas animales en detrimento de la ingesta de hidratos de carbono complejos y de algunos micronutrientes. Por tanto, un fácil acceso a los alimentos no garantiza la elección de alimentos saludables necesarios para lograr una nutrición adecuada. En este sentido, la educación nutricional desde edades tempranas de la vida es fundamental para conseguir un adecuado estado nutricional y de salud de niños y adolescentes.

Micronutrientes críticos en la etapa infantil

Los micronutrientes son esenciales para mantener la vida y una función fisiológica óptima y su deficiencia puede tener un importante impacto en la salud e incluso provocar la muerte. Los estudios realizados en niños8,9,11-16 han descrito la existencia de ingesta deficiente de determinados nutrientes, siendo las más comunes entre los niños las de hierro y vitamina D, y en menor medida de AGPI, especialmente DHA.

    • Hierro

Es un nutriente fundamental para que el niño tenga un crecimiento óptimo y desarrolle una función cognitiva adecuada. Su deficiencia en el niño pequeño tiene potenciales implicaciones en el neurodesarrollo, incluso puede estar asociada con el deterioro potencialmente irreversible del desarrollo cognitivo en niños en edad preescolar, con un retraso en el aprendizaje y con un rendimiento escolar deficiente17.

La deficiencia puede ser causada por una pobre ingesta dietética unida a mayores requerimientos por el crecimiento. La forma ideal de prevenir su carencia es mediante una dieta que tenga un contenido y biodisponibilidad de hierro adecuados, incluyendo alimentos de origen animal que contienen hierro hem, cuya biodisponibilidad se estima en un 12-25% frente al hierro no hem (vegetales) cuya disponibilidad es <5% de los vegetales, alimentos estos últimos ricos en otros nutrientes que favorecen la absorción del hierro no hem, especialmente aquellos con alto contenido en vitamina C.

Se recomienda una ingesta diaria de hierro de 11 mg en lactantes, y en niños y adolescentes 7 mg (1-3 años), 10 mg (4-8 años) 8 mg (9-13 años) y 11 mg (14-18 años). A pesar de las recomendaciones nutricionales actuales, su deficiencia  es común en los niños europeos18,19. Las recomendaciones y hábitos nutricionales son aparentemente insuficientes para la prevención de la deficiencia de hierro, incluso en niños sanos. Las nuevas estrategias deberían enfocarse en la composición de la dieta y/o considerar el uso de alimentos fortificados. En un estudio llevado a cabo en España20 en niños de 1 a 3 años de edad que tomaron durante 4 meses 500 ml/día de una fórmula de crecimiento enriquecida con hierro (1,2 mg/100 ml), se comprobó que mejoraba el estado nutricional.

    • Vitamina D

Interviene de manera activa en la homeostasis del calcio, principal componente del hueso, manteniendo un balance positivo de calcio necesario para la mineralización del hueso en formación y el desarrollo de la placa de crecimiento. La deficiencia de vitamina D favorecerá la liberación del calcio óseo y el desarrollo de raquitismo y osteomalacia21. Una concentración de vitamina D en suero ≥ 50 nmol/l (20 ng/ml), se considera como suficiente u óptima; si la concentración se encuentra entre 30 y 50 nmol/l (12-20 ng/ml), se dice que existe insuficiencia; y si la concentración es <30 nmol/l (< 12 ng/ml), existe deficiencia22.

Además de la regulación del metabolismo mineral, se han descrito otras muchas funciones de la vitamina D, como la modulación de la inmunidad y la secreción de insulina, entre otras22. La concentración sérica parece tener alguna influencia sobre la incidencia y la gravedad de algunos tipos de infecciones respiratorias, principalmente frente a virus23 y la suplementación parece proteger frente a las infecciones agudas respiratorias en niños si existe deficiencia de la vitamina24,25. Además, se ha sugerido que la suplementación con vitamina D podría desempeñar un papel en la prevención y/o tratamiento de la enfermedad infecciosa del SARS-CoV-2, al modular la respuesta inmunitaria frente al virus26,27.

El 80% de la vitamina D la obtienen los humanos mediante síntesis endógena28 a partir del 7-dehidrocolesterol, gracias a la acción de la radiación ultravioleta del sol sobre la piel, y la hidroxilación posterior en hígado y riñón de la previtamina sintetizada. La deficiencia de vitamina D no es rara, probablemente debido a una escasa exposición al sol o al uso de cremas protectoras, y a una ingesta insuficiente. Además, la obesidad puede favorecerla, ya que la grasa corporal puede actuar como secuestrante de la vitamina y reducir su biodisponibilidad.

Las directrices más recientes establecen unos requerimientos diarios de vitamina D de 400 UI/día o 10 µg/día (límite de seguridad 1.000 UI/día) para niños menores de un año y de 600 UI/día o 15 µg/día a partir de esa edad (límite de seguridad de 2.000 UI/día para niños de 1-10 años, y de 4.000 UI/día para mayores de 10 años)29,30.

Se recomienda un aporte dietético suficiente para prevenir un estado deficitario en el organismo. El problema es que son pocos los alimentos que contienen vitamina D en cantidades apreciables31 (pescados grasos, hongos expuestos a la radiación solar, aceite de hígado de bacalao, yema de huevo, y en menor cantidad -salvo que estén enriquecidos- leche y derivados lácteos), por lo que, a pesar de las recomendaciones nutricionales, la deficiencia de vitamina D no es infrecuente entre los niños europeos19-29. En niños españoles23-37 existe una alta prevalencia de deficiencia de vitamina D (47-51% moderada, 8-35% grave) y la ingesta diaria es inferior a la recomendada en el 50-87% de la población estudiada. Por ello, habría que considerar la necesidad de incrementar la ingesta a través de sus fuentes dietéticas naturales o mediante suplementos o alimentos fortificados, el aumento de la exposición al sol y la pérdida de peso28.

    • Ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (AGPI-CL)

Durante las últimas décadas se ha acumulado información sobre los efectos de la deficiencia y el desequilibrio en la ingesta de AGPI-CL en el desarrollo psicomotor del niño. Como resultado de todos estos estudios, actualmente se recomienda que los preparados para lactantes y los preparados de continuación tengan un contenido mínimo de DHA de 20 mg/100 kcal y un máximo de 50 mg/100 kcal38 y se han establecido cantidades mínimas de consumo diario para diferentes edades: 100 mg hasta los 2 años de edad y de 250 mg entre los 2 y los 18 años de edad39.

El equilibrio dietético de la relación n-6/n-3 tiene implicaciones metabólicas importantes, ya que una ingesta excesiva de ácido linoleico (LA), abundante en las dietas modernas ricas en aceites vegetales, puede inhibir la síntesis endógena de EPA (ácido eicosapentaenoico) y DHA y reducir su disponibilidad40. Este exceso de n-6 puede, además, reducir la síntesis de compuestos antiinflamatorios derivados de n-3, lo que conduciría a una inclinación hacia procesos inflamatorios, tales como enfermedad cardiovascular, trastornos metabólicos, afecciones inmunológicas y cáncer41, y puede afectar al desarrollo, estructura y función del cerebro. Los AGPI-CL, particularmente EPA y DHA, desempeñan un papel central en el crecimiento neuronal y en el desarrollo del cerebro durante los períodos sensibles del neurodesarrollo durante la primera infancia, y en la regulación de la función cognitiva a lo largo de la vida42.

Dado que la mayoría de los factores de riesgo cardiovascular pueden ser modulados por la dieta, la importancia de establecer una dieta adecuada durante la infancia es crucial. Esta dieta debería tener un bajo contenido en AGS y alto en ácido oleico y AGPI, en particular EPA y DHA. Aunque el consumo de pescado puede proporcionar cantidades suficientes de n-3, no siempre se consume una cantidad suficiente como para obtener una ingesta adecuada de estos ácidos grasos, y esto es especialmente cierto en los niños. Por lo tanto, los alimentos enriquecidos con aceite de pescado y ácido oleico, pueden ser una forma efectiva de reducir el riesgo de diversas enfermedades sin necesidad de modificar los hábitos dietéticos43.

¿Es útil la fortificación de los alimentos infantiles?

La fortificación es el proceso de agregar nutrientes o componentes bioactivos no nutritivos a productos comestibles y tiene la ventaja de que no exige cambios en la dieta habitual de la población. Dos directivas de la Unión Europea44,45 legislan sobre el contenido de vitaminas, minerales y otras sustancias en los alimentos fortificados. En estos documentos, se reconoce que existen ingestas bajas y deficiencias para algunos micronutrientes en la población europea y que la fortificación tiene un importante papel para corregir tales desequilibrios nutricionales.

El consumo de alimentos fortificados puede ser útil en el contexto general de la alimentación infantil actual y, de forma especial, en aquellos niños que rechazan determinadas categorías de alimentos por neofobia, inapetencia, un comportamiento exigente o por hábitos o creencias familiares, ya que están en riesgo de padecer deficiencias nutricionales por consumir una dieta desequilibrada.

Aunque se ha demostrado que el consumo de cereales para el desayuno o de zumos de frutas enriquecidos con micronutrientes mejora el perfil nutricional en la dieta de los niños29, probablemente la leche de vaca sea el alimento más adecuado por su disponibilidad y por ser bien aceptada por estos. La fortificación de la leche de vaca y de los derivados lácteos ha demostrado ser una fuente efectiva para satisfacer los requerimientos de nutrientes a niños con ingestas insuficientes, particularmente de hierro y de vitamina D, cuando se consume en cantidades apropiadas junto a una dieta normal46-48. Los lácteos, además, son una fuente importante de calcio.

Actualmente, se dispone en el mercado de leches de crecimiento (“leches 3”) diseñadas para niños hasta los 3 años de edad, y de leche de vaca enriquecida con múltiples micronutrientes y ácidos grasos omega-3 para niños mayores de 3 años. Las fórmulas de crecimiento o las leches enriquecidas con hierro y vitamina D, promocionan un mejor estado nutricional de dichos micronutrientes y reducen el riesgo de anemia, raquitismo u osteomalacia en los niños18, 20, 49-51.

Administrar los AGPI en la dieta del niño junto a otros micronutrientes en forma de alimentos fortificados en vez de suplementos (cápsulas, comprimidos, etc…), puede ser una intervención más práctica y efectiva6, 52, ya que aumenta la adherencia y facilita la absorción. Se ha observado que el consumo de una bebida fortificada con micronutrientes, EPA y DHA, puede tener efectos beneficiosos sobre el rendimiento cognitivo incluso en niños bien nutridos53 y un efecto beneficioso sobre la activación de las células endoteliales vasculares asociadas con el riesgo cardiovascular54, datos que habían sido previamente comprobados en adultos que consumieron una leche enriquecida similar a la de los niños55.

Conclusiones

    • La fortificación de los alimentos y la toma de suplementos, no debe considerarse como sustituto de una dieta saludable bien balanceada y su administración no proporciona ningún beneficio adicional en las personas que ya tienen ingestas adecuadas solo con la dieta.
    • Una dieta variada y equilibrada, aumentando el consumo de frutas y verduras y reduciendo la ingesta de sal, AGS y azúcares, contribuye a una vida más saludable de niños y adolescentes.
    • La fortificación de los alimentos se puede utilizar para corregir o prevenir la baja ingesta de determinados nutrientes y las deficiencias asociadas, para equilibrar el perfil nutricional total de una dieta o para restaurar los nutrientes perdidos en el procesamiento de los alimentos.
    • La leche puede ser especialmente interesante en lo que a fortificación de alimentos se refiere, ya que por sus características físico-químicas es un buen vehículo para la incorporación de micronutrientes y de ácidos grasos y, además, se asegura un aporte importante de calcio. Es un alimento de consumo diario, bien aceptado por los niños y que tiene una alta penetración en hogares, por lo que no supone un cambio dietético significativo.

PUBLICACIONES


«Acta Pediátrica. Leches de crecimiento: ¿Qué pueden aportar en la alimentación del niño pequeño?»

AUTORES: J. Dalmau Serra y J.M. Moreno Villares

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