¿Puede la alimentación ser útil para mejorar la inmunidad?

JAVIER GÓMEZ PAVÓN
Jefe de Servicio de Geriatría. Hospital Universitario Central de la Cruz Roja “San José y Santa Adela” (Madrid)
Profesor asociado Grado en Medicina. Universidad Alfonso X el Sabio


Existen diversos nutrientes que van a participar en la modulación de la respuesta inmune, desde la interacción inicial microorganismo-huésped en los epitelios a la activación de la respuesta inmune innata y finalizando con la respuesta inmune adaptativa. Una sana inmunidad va a requerir de la contribución sinérgica de múltiples micronutrientes y no de uno solo de ellos.

La resistencia del huésped a la infección se basa en la acción conjunta de un grupo dominante de nutrientes, las vitaminas A, C, D, E, B6, B12 y el folato junto a oligoelementos como el hierro (Fe), zinc (Zn), cobre (Cu), selenio (Se) y magnesio (Mg). Sus acciones se resumen en la Figura 11,2.


Figura 1. Papel de los diferentes nutrientes en los procesos de la respuesta inmune.
Fuente: adaptado de (1)

– Las defensas de primera línea contra los microorganismos son las barreras físicas y bioquímicas de los epitelios, que requieren de vitamina A y de Fe para su crecimiento y diferenciación. Las vitaminas A, C, D y el Zn regulan la fluidez así como la integridad y reparación de las membranas. La vitamina E mitiga la peroxidación lipídica de la membrana ante sustancias reactivas al oxígeno. Las vitaminas A, D, C y los oligoelementos Zn, Fe, Cu y Se, regulan las actividades de los péptidos antimicrobianos producidos por la membrana y la microbiota asociada a las mucosas.

– El IFN-α de la respuesta inmune innata, es un antiviral crucial que regula y da forma al equilibrio de los fenotipos Th1 (inmunidad celular) y Th2 (inmunidad humoral) de la respuesta inmunitaria adaptativa. Las vitaminas A, C, D, E, Zn, Fe, Cu y Se, regulan la producción de los IFN.

– La respuesta inmune celular necesita especialmente de todo este grupo de vitaminas y oligoelementos. Las contribuciones van desde la regulación del número y función de los monocitos, neutrófilos, células NK y macrófagos, hasta la producción de citoquinas antiinflamatorias y las respuestas a la inflamación y al estrés oxidativo (regulación del equilibrio oxido-reducción). También actúan en la diferenciación, proliferación y funciones de las células T, las interacciones con la presentación de antígenos y la producción y desarrollo de los anticuerpos específicos.

Los estados de deficiencia de estos nutrientes aumentan la susceptibilidad individual a las infecciones y procesos tumorales con una tendencia a una presentación clínica grave3. El individuo con una deficiencia específica de micronutrientes es probable que se beneficie de la suplementación de todos ellos1.

Nutrientes implicados en la modulación del sistema inmunitario y riesgos de estados carenciales

Vitamina A

· Propiedades inmunomoduladoras:
-Integridad de la barrera y de la normal diferenciación de tejidos epiteliales
-Respuestas inmunes de la mucosa y actúa como antiinflamatorio
-Regula el número y la función de células NK. Apoya fagocitosis y actividades de explosión oxidativa de los macrófagos
-Diferenciación fenotípica Th1 / Th2
-Regula a la baja el IFN-γ, la IL- 2 y FNC-α por células Th1, mantiene las respuestas de células Th2 mediada por anticuerpos.
-Apoya la producción de anticuerpos por células B

· Riesgos por estados carenciales:
-Mayor susceptibilidad a infecciones víricas

Vitamina C

· Propiedades inmunomoduladoras:
– Integridad de la barrera epitelial
– Proliferación y diferenciación de células inmunes innatas (actividad, migración, funciones)
– Aumento proteínas del complemento y la producción de IFN-γ
– Antioxidante, mantiene la homeostasis intracelular reductora-oxidativa
– Producción de anticuerpos y proliferación de células T

· Riesgos por estados carenciales:
– Aumento del riesgo y la gravedad de infecciones sobre todo respiratorias

Vitamina D

· Propiedades inmunomoduladoras:
– Integridad de la barrera inmune
– Producción de péptidos antimicrobianos
– Apoya las funciones de las células innatas
– Modulación del estallido oxidativo
– Promoción de citocinas antiinflamatorias
– Inhibición de IFN-γ, factor nuclear κB, otras citocinas proinflamatorias
– Apoyan las células inmunes adaptativas

· Riesgos por estados carenciales:
– Aumenta el riesgo, la gravedad, la morbilidad y la mortalidad de infecciones respiratorias (incluido el COVID-19), tuberculosis, asma y otros procesos pulmonares crónicos

Vitamina E

· Propiedades inmunomoduladoras:
– Potente antioxidante, protege las membranas celulares contra el daño oxidativo y apoya la integridad de la barrera epitelial
– Mejora la actividad citotóxica de las células NK y disminuye la producción de PG E2 por macrófagos
– Modula la producción de IFN-γ e interleucina 2
– Apoya la proliferación de linfocitos, optimizando la respuesta Th1 y supresión de la respuesta Th2

· Riesgos por estados carenciales
-Altera funciones tanto humoral como celular. Facilita la infección con cepas de alta virulencia, con grave patologías posteriores y respuestas anormalidades inmunes
-Aumenta el riesgo y la morbilidad de los trastornos inflamatorios, infecciones y neumonía viral, especialmente en los niños y las personas mayores

Zinc

· Propiedades inmunomoduladoras:
– Modula las funciones de alrededor de 2000 enzimas y 750 factores de transcripción implicadas en inmunidad, crecimiento y desarrollo
– Propiedad antiviral; inhibe el ARN dependiente de la Enzima ARN polimerasa
– Mantiene la integridad de las barreras inmunes
– Mejora la actividad citotóxica de las células NK y apoya las funciones celulares, el crecimiento, y diferenciación de células inmunes innatas
– Implicado en las actividades del complemento y producción de IFN-γ
– Modulación de la liberación de citocinas y Th17 y desarrollo Th9
– Favorece producción de las proteínas antioxidantes
– Apoya la proliferación de células T citotóxicas, de citocinas de las células Th1 y el desarrollo de células T reguladoras.
– Implicado en la producción de anticuerpos, principalmente el Ig G

· Riesgos por estados carenciales
– Aumenta el riesgo y la morbilidad de los trastornos inflamatorios, infecciones y neumonía viral, especialmente en los niños y las personas mayores

Selenio

· Propiedades inmunomoduladoras:
– Componente de proteínas que son esenciales para las funciones del sistema inmunológico y la homeostasis reductora-oxidativa
– Modula la producción de IFN-α, IFN -γ e IFN-β
– Influye en las funciones y diferenciación de células NK y células T, y producción de anticuerpos

· Riesgos por estados carenciales
-Aumenta el riesgo y la virulencia de virus sobre todo infecciones pulmonares

Magnesio

· Propiedades inmunomoduladoras:
– Participa en el metabolismo de los ácidos nucleicos, la replicación del ADN, activación de leucocitos, unión de antígenos a los macrófagos y la regulación apoptótica
– Influye tanto en la mediación celular como en la humoral
– Protege el ADN de los daños oxidativos y reduce la producción de anión superóxido a alta concentraciones

· Riesgos por estados carenciales
– Aumenta la susceptibilidad de recurrencia de infecciones respiratorias
– Promueve la inflamación crónica de bajo grado a través de la producción de citocinas proinflamatorias, proteínas de fase aguda y radicales libres

Alimentación saludable para un sistema inmune eficiente

Una vez establecido que el estrés oxidativo e inflamatorio es el mecanismo que subyace a la inmunosenescencia, es posible proponer estrategias que, incidiendo en las células inmunitarias puedan repercutir en el mantenimiento de una mejor edad biológica, y con ello una mejor función, calidad de vida y longevidad. Los principales axiomas que favorecerían el sistema redox de los leucocitos y además con el resto de células del organismo serían:

    • Alimentación saludable, variada y equilibrada, ajustada a sus necesidades.
    • Ejercicio físico (el elemento de mayor evidencia en todos los estudios y a todas las edades, con mejoría no solo inmunitaria sino del sistema cardiovascular, endocrino, osteomuscular y neurológico, cognitivo y afectivo).
    • Mantenerse mentalmente activo, por ejemplo, con participación en los centros cívicos del ayuntamiento siguiendo una adecuada promoción de la salud (talleres de memoria, pintura, teatro, etc.)
    • Compromiso con la vida con una buena participación afectiva y social con el entorno, participando de redes sociales tanto familiares como de cualquier otro tipo.
    • Evitar hábitos tóxicos (fumar, alcohol, automedicación) con controles médicos periódicos que garanticen una buena prevención de la salud.

Sin lugar a dudas, por todo lo expuesto anteriormente (estrés oxidativo, sarcopenia-fragilidad, anorexia, desnutrición), mejorar la alimentación es una de las estrategias que parecen más evidentes para mejorar la inmunosenescencia.

La administración de dietas con un consumo elevado de alimentos que aporten las cantidades apropiadas de antioxidantes, o sean suplementadas, puede ser una buena manera de restaurar el equilibrio redox inmunitario, y consecuentemente del organismo. Además, el papel de los antioxidantes afectaría también a los otros sistemas homeostáticos mejorando la función del sistema nervioso y endocrino. Así, en la actualidad la sarcopenia y la fragilidad física pueden ser prevenidas y tratadas con modalidades específicas como la adecuada nutrición proteica y de micronutrientes antioxidantes como la vitamina D entre otros, el ejercicio físico, reducción de la polifarmacia, etc. Cabría destacar que el músculo y el sistema inmunitario están especialmente relacionados por su integración “neuroinmunoendocrina”.

La dieta mediterránea, un patrón alimenticio culturalmente arraigado en los países mediterráneos, se caracteriza por un elevado y frecuente consumo de frutas, verduras y hortalizas, un bajo consumo de carne roja y de otros alimentos procesados, un consumo moderado-alto de pescados ricos en omega 3, especialmente en los ácidos grasos eicosapentaenoico (EPA) y docosahexaenoico (DHA), el uso de aceite de oliva como principal fuente de grasa (oleico) y una ingesta moderada de vino durante las comidas.

En décadas recientes, se ha acumulado evidencia que muestra que esta dieta confiere beneficios de salud sustanciales y es la dieta recomendada por numerosas sociedades, como por ejemplo la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) que desarrolló una pirámide de la alimentación adaptada a la población mayor de 70 años (Figura 2)4,5.


Figura 2. Pirámide de alimentación saludable para las personas mayores de 70 años.
Fuente: SENC (Sociedad Española de Nutrición Comunitaria)4,5

¿Qué aporta la dieta mediterránea al sistema inmunitario?

Varios mecanismos se han propuesto para esta asociación, como su alto contenido de antioxidantes y la alta cantidad de consumo de pescado y de aceite de oliva, ambos ricos en ácidos grasos saludables, como los omega 3 (EPA y DHA), con propiedades antinflamatorias, y el oleico principalmente. Las principales características de esta dieta son:

    • Variedad y riqueza nutricional: gran variedad de alimentos bajos en energía con una alta densidad nutricional (al menos 20-30 alimentos biológicamente distintos por semana), que ayudan a mantener un peso adecuado y estable.
    • Aporte proteico adecuado: tiene una ración proteica importante, y cuidando que aproximadamente el 60% de los aportes proteicos proceden de alimentos de origen animal (carnes blancas, pescados y lácteos preferentemente) y el 40% a partir de proteínas de origen vegetal (legumbres). Recordar que en los mayores se recomienda una ingesta proteica de 1 a 1,2 g/kg/día respecto a los 0,8g/kg de adultos jóvenes, y distribuida de forma uniforme en las diferentes comidas. En situaciones de estrés agudo como infecciones, fracturas y cirugía, la ingesta de proteínas debe estar en torno a 1,2-1,5 g/kg/día pero nunca sobrepasar las 2 g/Kg/día. En algunos casos será útil el uso de suplementos nutricionales orales para garantizar dicho aporte junto el de otros micronutrientes6.
    • Grasas adecuadas en cantidad y calidad: su ración lipídica no sobrepasa el 30% de la ración energética total, aportando la mayor parte, 12-14% de ácidos grasos monoinsaturados, un 8% de ácidos grasos poliinsaturados y menos del 8% de ácidos grasos saturados.
    • Hidratos de carbono (HC) generalmente complejos: son por lo general el 55-60% de su aporte calórico. Es recomendable consumir menos del 10% de azúcar refinado e incluso sería deseable reducirlo del 5%.
    • Variedad y riqueza de alimentos ricos en antioxidantes: verduras, hortalizas y frutas, que aportan los requerimientos antioxidantes más importantes de vitaminas y oligoelementos. No obstante, debe valorarse de forma individual la necesidad de aportes suplementarios de vitaminas y minerales, optimizando la dieta si es posible con alimentos de valor añadido (frutos rojos, frutos secos al natural, cereales sin refinar, legumbres en puré o tamizadas).
    • Consumo habitual de alimentos con una alta densidad nutricional, como la leche y lácteos y los huevos, que aportan proteínas de alto valor biológico, calcio y vitaminas A, C, D, E y del grupo B entre otros nutrientes. Sería recomendable en algunos casos el uso de alimentos enriquecidos en calcio o vitamina D, entre otros, y si fuera necesaria, la suplementación farmacológica o con suplementos nutricionales orales (Calcio y vitamina D en centros residenciales o en ancianos dependientes, vitamina B12 y Fe en deficiencias, etc.).
    • Consumo moderado de sal: en España existe una riquísima variedad gastronómica y de sabrosas recetas culinarias sazonadas con condimentos y especias (cebolla, ajo, pimientos, pimienta clavo, tomillo,…) que hacen innecesario el uso de sal y que conjuntamente constituyen un “cocktail antioxidante”.

Conclusión

En la actualidad, y con la evidencia científica disponible,  podemos afirmar que la inmunosenescencia es debida a un desequilibrio del estrés oxidativo frente al antioxidante. Además, por las características del envejecimiento, éste se asocia a anorexia, y desnutrición que favorece dicho desequilibrio. Clínicamente se manifiesta por la sarcopenia-fragilidad con un riesgo aumentado de evento adverso, de morbimortalidad. Una alimentación saludable mediterránea, claramente antioxidante, suplementada en caso necesario según necesidades de la persona mayor6, parece una de las medidas más evidentes para corregir dicho desequilibrio y mejorar con ello la salud, la función y la longevidad del envejecimiento.

PUBLICACIONES


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AUTORES: Instituto Puleva de Nutrición

Bibliografía
1. Galmés S, Serra F, Palou A. Current State of Evidence: Influence of Nutritional and Nutrigenetic Factors on Immunity in the COVID-19 Pandemic Framework. Nutrients. 2020;12(9):2738. doi: 10.3390/nu12092738. PMID: 32911778; PMCID: PMC7551697.
2. Pecora F, Persico F, Argentiero A, Neglia C, Esposito S. The Role of Micronutrients in Support of the Immune Response against Viral Infections. Nutrients. 2020;12(10):3198. doi: 10.3390/nu12103198. PMID: 33092041; PMCID: PMC7589163.
3. Gasmi A, Tippairote T, Mujawdiya PK, Peana M, Menzel A, Dadar M, Gasmi Benahmed A, Bjørklund G. Micronutrients as immunomodulatory tools for COVID-19 management. Clin Immunol. 2020;220:108545. doi: 10.1016/j.clim.2020.108545. Epub 2020 Jul 22. PMID: 32710937; PMCID: PMC7833875.
4. Cuadrado Vives C, Ruiz Moreno E. Principales grupos de alimentos. Raciones recomendadas para una alimentación saludable. En: Sociedad Española de Geriatría y Gerontología y Federación Española de la Nutrición (eds). Libro Blanco de la nutrición de las personas mayores en España. Madrid: SEGG-FEN; 2019; p 190-194.
5. Aranceta J (coord). Guía de la alimentación saludable para atención primaria y colectivos ciudadanos. Madrid: SENC- editorial Planeta 2020. [Consultado 20 noviembre 2020]. Disponible en: https://www.nutricioncomunitaria.org/es/noticia/guia-alimentacion-saludable-ap
6. Volkert D, Beck AM, Cederholm T, Cruz-Jentoft A, Goisser S, Hooper L, et al. ESPEN guideline on clinical nutrition and hydration in geriatrics. Clin Nutr. 2019;38(1):10-47. DOI: 10.1016/j.clnu.2018.05.024.

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