Las fake news sobre alimentación que más dudas generan

PABLO OJEDA JIMÉNEZ
Dietista
Master en Psiconeuroinmunología Clínica
Miembro del grupo de Psicoobesidad de la Sociedad Española de Estudio de la Obesidad (SEEDO)
Colaborador en TVE1


La pandemia ha desatado todo un caos informativo en nuestro entorno, tanto a nivel médico como relativo a la salud general. Desde bulos antivacunas y negacionistas del virus hasta remedios naturales sin ninguna base científica para protegerse de la infección por el virus SARS-CoV-2.

Por desgracia, el ámbito de la nutrición y la dietética no se ha salvado de esta oleada de desinformación. En un período donde cada vez nos cuestionamos más toda la información que vemos en Internet, muchos han aprovechado para divulgar falsas informaciones y perpetuar aún más algunos mitos alimentarios que llevan décadas acompañándonos. Hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud está trabajando en algunos proyectos para combatir los bulos y fake news.

En este artículo vamos a repasar algunos de estos bulos relacionados con alimentos que siempre nos han acompañado. Seguramente te sean de utilidad para desmentir algunas falsas creencias que tenemos arraigadas incluso desde nuestra infancia.

Principales bulos relacionados con la alimentación

«La leche produce mocos»

Uno de los mitos más conocidos en torno al consumo de leche en las primeras etapas de la vida está relacionado con la producción de mocos. Sin embargo, lo cierto es que no existen evidencias científicas que sostengan la relación entre una mayor producción de mucosidad y el consumo de leche.

Esta relación ha sido ampliamente estudiada a lo largo de los años sin resultados positivos. Y así lo confirma una de las revisiones científicas1 más recientes sobre el tema. En ella se profundizó sobre el efecto del consumo de lácteos en la secreción de mucosidad nasofaríngea, no hallando una relación concluyente entre ambas variables.

También se ha investigado mucho acerca de esta cuestión en niños asmáticos, ya que muchos padres retiran la leche de la dieta por miedo a empeorar la calidad respiratoria de sus hijos. Sin embargo, tampoco existe una asociación directa como lo confirma otra revisión científica publicada en la revista Journal of the American College of Nutrition2.

Recordemos que la leche es un alimento muy completo, ya que aporta proteínas de alto valor biológico —esto quiere decir que contiene aminoácidos esenciales para el organismo humano—, además de vitaminas y minerales de interés como el calcio, fósforo y zinc, así como vitaminas A, D y del grupo B, entre otros micronutrientes.

«Los alimentos light sirven para adelgazar»

Otro de los grandes mitos alimentarios que encontramos desde hace unos años gira en torno a los alimentos light. Aclarar en primer lugar que estos productos han visto reducido su contenido calórico en un 30% respecto a otras versiones tradicionales del mismo alimento, y que «light» es una declaración nutricional que recoge la legislación. Concretamente, encontramos la regulación de la misma en el Reglamento (CE) nº 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de diciembre de 2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos3.

Por desgracia, la existencia de estos productos no se traduce en la presencia de alimentos más saludables en el supermercado. Normalmente, el reclamo light se utiliza actualmente en snacks como patatas fritas y bollería tipo croissants y magdalenas. Obviamente, aunque estos productos reduzcan su contenido calórico van a seguir sin tener ningún interés desde el punto de vista nutricional.

¿Por qué? Pues debido a que los ingredientes con los que están elaborados estos productos suelen ser harinas y aceites refinados, así como altas cantidades de sal y azúcares añadidos4. Precisamente, para lograr la reducción de calorías necesaria para etiquetar como light un producto se suele sustituir el contenido de azúcares por edulcorantes, lo cual nos sirve para enlazar con el siguiente mito alimentario.

«Los edulcorantes sirven para adelgazar»

Los edulcorantes se catalogan como un tipo de aditivo cuya función tecnológica es la de endulzar alimentos, generalmente como sustitutivos del azúcar ya que aportan menos calorías. Por ello, los edulcorantes se vinculan popularmente como un elemento útil para perder peso. A pesar de ello, sus efectos a largo plazo en el organismo plantean algunas dudas. Se cree que ciertos edulcorantes artificiales podrían modificar la microbiota5 de nuestro organismo, es decir, la comunidad de microorganismos que convive con nosotros y que se vincula estrechamente con nuestro estado de salud.

Cabe destacar que los edulcorantes, al igual que el resto de aditivos, son sustancias seguras que cumplen con estrictos protocolos de control por parte de la Comisión Europea. Esta asesorada por la EFSA6 (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), reevalúa continuamente la seguridad de los aditivos7 aprobados en la industria alimentaria, modificando sus umbrales de uso, en caso de ser necesario, con el fin de adaptarse a las nuevas evidencias científicas.

La eficacia de los edulcorantes para reducir el peso ha sido objeto de polémica en los últimos años, ya que algunos estudios científicos plantean dudas sobre dicha relación. Al contrario de lo que podría parecer, el consumo de edulcorantes se vincula con el aumento del peso8.

¿Cómo es esto posible? Diversas hipótesis han sido planteadas, aunque no está del todo claro por qué se produce este efecto. La explicación más aceptada por el momento es que los edulcorantes alteran nuestra percepción del sabor dulce, lo que llamamos “umbral del dulzor”. De esta forma, su consumo crónico sigue manteniéndonos enganchados al sabor dulce y a la sensación de placer que provoca en nuestro paladar. Esto podría traducirse a la larga en un mayor consumo de dulces y alimentos azucarados que inevitablemente conducen a un aumento del peso y todas las desventajas9 que ello conlleva para la salud.

«La lactosa es perjudicial para la salud»

La lactosa es el azúcar natural de la leche, un disacárido formado por una unidad de glucosa y otra de galactosa. Curiosamente, ese nutriente es objeto de muchas dudas nutricionales en la actualidad, ya que muchas personas notan problemas al digerir leche y derivados lácteos.

Esto sucede porque, en algunos casos,  con el paso del tiempo y el avance de la edad perdemos la actividad de la enzima lactasa10, una proteína que sirve para digerir la lactosa y romperla en sus dos monosacáridos, facilitando la asimilación por parte del organismo.

Cuando no tenemos suficiente lactasa perdemos la capacidad para digerir la leche y sus derivados. Esta situación puede variar de intensidad en función del grado de intolerancia que presentemos. De hecho, es habitual que algunas personas a las que les sienta mal la leche puedan consumir sin problemas yogur y algunos quesos. En este punto, hablamos de intolerancia a la lactosa cuando alcanzamos ese estado de incapacidad para digerir la lactosa.

¿Esto significa que la lactosa es perjudicial para todo el mundo? Rotundamente no, solo aquellas personas que presenten déficit de la enzima lactasa tendrán problemas con la lactosa y deberán evitarla en la medida de lo posible. Para el resto de personas el consumo de lácteos y derivados no plantea ningún problema.

«Evitar el gluten siempre en la dieta»

Si existe otro componente en la dieta que genera tantas o más incógnitas que la lactosa, sin ninguna duda se trata del gluten. El gluten es un conjunto de proteínas que encontramos en ciertos cereales de forma natural, como el trigo, la cebada, el centeno o la espelta.

Por desgracia, algunas personas presentan cierta sensibilidad ante el gluten, lo que desemboca en los conocidos trastornos del gluten como la celiaquía y la sensibilidad al gluten no celíaca. En ningún caso podemos hablar de “intolerancia al gluten” cuando nos referimos a estos trastornos, al contrario de lo que sucede con la lactosa.

Esto es debido a que la celiaquía11 es una enfermedad de carácter autoinmune, es decir, relacionada con el sistema inmunitario. Como tal, la presencia de gluten desencadena una serie de reacciones adversas relacionadas con la inflamación de las microvellosidades del intestino. Concretamente, el organismo genera anticuerpos que tratan de combatir la presencia del gluten en el organismo, que es detectado erróneamente como un compuesto indeseable y dañino.

Por otro lado, la sensibilidad al gluten no celíaca12 sucede bajo otros mecanismos que no están del todo claros, pero que también se relacionan directamente con la presencia del gluten en la dieta, causando síntomas perjudiciales como dolor abdominal, náuseas y vómitos, fatiga, dolores de cabeza, malestar general y diversos problemas gastrointestinales e inflamatorios.

Por ello, el gluten solamente es un problema en aquellas personas que padecen trastornos relacionados con el gluten. En la actualidad no hay evidencias científicas suficientes como para considerar al gluten un compuesto perjudicial en la alimentación de todo el mundo.

«Los huevos son malos para nuestra salud cardiovascular»

El consumo de huevos ha sido otro de los grandes caballos de batalla en el sector de la nutrición y dietética a lo largo de los años. Esto se debe a que su impacto en la salud humana ha sido ampliamente debatido y estudiado a lo largo de los años.

Tradicionalmente los huevos han sido considerados como un alimento prohibido, catalogado como perjudicial para la salud por su composición en grasas saturadas. Esto se relacionaba con el aumento del colesterol y sus efectos adyacentes como una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares.

Sin embargo, con el paso de los años se ha visto que esto no es así. La evidencia científica actual no vincula el consumo de huevos con un empeoramiento de la salud cardiovascular13. De hecho, se considera al huevo un alimento perfectamente compatible con una alimentación saludable, siendo una fuente proteica de excelente valor biológico por su riqueza en aminoácidos esenciales para nuestra salud.

Debemos elegir bien las fuentes de información

En una época como la que vivimos, donde los clicks son moneda de cambio y los titulares alarmistas inundan los medios de comunicación, resulta clave elegir fuentes confiables donde poder informarse adecuadamente sobre cuestiones científicas.

La elección de nuestras fuentes de información cobra una importancia crucial para poder informarnos correctamente en un ámbito tan cambiante como es la nutrición. Aun así, nunca debemos confiar ciegamente en lo que leemos. Siempre debemos contrastar las fuentes bibliográficas de los textos que leemos en Internet. Y por supuesto, te invitamos a hacer lo mismo con los datos que has podido leer en este artículo.

Es la única forma de poder formar un pensamiento crítico que nos ayude a discernir informaciones útiles de aquellas que buscan distraernos de lo verdaderamente importante, o que simplemente están ahí para hacer hueco sin aportar nada relevante.

PUBLICACIONES


INFORME FEN-FINUT

«La leche como vehículo de salud para la población»

Revisión sistemática de la Fundación Española de Nutrición y Fundación Iberoamericana de Nutrición (2015)

Bibliografía
1. Balfour-Lynn I. M. (2019). Milk, mucus and myths. Archives of disease in childhood, 104(1), 91–93. https://doi.org/10.1136/archdischild-2018-314896
2. Wüthrich, B., Schmid, A., Walther, B., & Sieber, R. (2005). Milk consumption does not lead to mucus production or occurrence of asthma. Journal of the American College of Nutrition, 24(6 Suppl), 547S–55S. https://doi.org/10.1080/07315724.2005.10719503
3. Reglamento (CE) nº 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 de diciembre de 2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. Consultado 31 enero 2022: https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=DOUE-L-2006-82775
4. Freeman, C. R., Zehra, A., Ramirez, V., Wiers, C. E., Volkow, N. D., & Wang, G. J. (2018). Impact of sugar on the body, brain, and behavior. Frontiers in bioscience (Landmark edition), 23, 2255–2266. https://doi.org/10.2741/4704
5. Pearlman, M., Obert, J., & Casey, L. (2017). The Association Between Artificial Sweeteners and Obesity. Current gastroenterology reports, 19(12), 64. https://doi.org/10.1007/s11894-017-0602-9
6. EFSA. Aditivos alimentarios. Consultado 31 enero 2022: https://www.efsa.europa.eu/es/topics/topic/food-additives
7. EFSA. Reevaluaciones de aditivos alimentarios. Consultado 31 enero 2022: https://www.efsa.europa.eu/es/topics/topic/food-additive-re-evaluations
8. Brown, R. J., de Banate, M. A., & Rother, K. I. (2010). Artificial sweeteners: a systematic review of metabolic effects in youth. International journal of pediatric obesity : IJPO : an official journal of the International Association for the Study of Obesity, 5(4), 305–312. https://doi.org/10.3109/17477160903497027
9. Della Corte, K. W., Perrar, I., Penczynski, K. J., Schwingshackl, L., Herder, C., & Buyken, A. E. (2018). Effect of Dietary Sugar Intake on Biomarkers of Subclinical Inflammation: A Systematic Review and Meta-Analysis of Intervention Studies. Nutrients, 10(5), 606. https://doi.org/10.3390/nu10050606
10. Ségurel, L., & Bon, C. (2017). On the Evolution of Lactase Persistence in Humans. Annual review of genomics and human genetics, 18, 297–319. https://doi.org/10.1146/annurev-genom-091416-035340
11. Bascuñán, K. A., Vespa, M. C., & Araya, M. (2017). Celiac disease: understanding the gluten-free diet. European journal of nutrition, 56(2), 449–459. https://doi.org/10.1007/s00394-016-1238-5
12. Roszkowska, A., Pawlicka, M., Mroczek, A., Bałabuszek, K., & Nieradko-Iwanicka, B. (2019). Non-Celiac Gluten Sensitivity: A Review. Medicina (Kaunas, Lithuania), 55(6), 222. https://doi.org/10.3390/medicina55060222
13. Godos, J., Micek, A., Brzostek, T., Toledo, E., Iacoviello, L., Astrup, A., Franco, O. H., Galvano, F., Martinez-Gonzalez, M. A., & Grosso, G. (2021). Egg consumption and cardiovascular risk: a dose-response meta-analysis of prospective cohort studies. European journal of nutrition, 60(4), 1833–1862. https://doi.org/10.1007/s00394-020-02345-7

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