¿Qué enfermedades se pueden prevenir con actividad física y deporte?

JONATAN RUIZ RUIZ
Profesor Titular. Dpto. Educación Física y Deportiva.Facultad de Ciencias del Deporte. Universidad de Granada
Co-Director Grupo Investigación PROFITH
Coordinador Unidad Científica de Excelencia en Ejercicio Nutrición y Salud (UCEENS)
Miembro de la Academia Joven de España


Los médicos de la antigüedad, incluyendo aquellos de China en el 2600 A.C. así como a Hipócrates en el 400 A.C. estaban convencidos de los beneficios de la actividad física para la salud. No obstante, Hipócrates decía que “nadie pone en juego su salud tanto como los atletas”. Igualmente, Galeno (150 años A.C.), decía que “Los atletas viven una vida contraria a los preceptos de la higiene…Cuando los atletas dejan su profesión entran en una situación peligrosa: algunos mueren enseguida, otros viven algunos años pero no llegan a viejos”. En el siglo XX D.C., el ejercicio se consideraba como una práctica peligrosa que podía poner en peligro la salud de quien lo practicaba. A saber, en las primeras décadas del siglo XX se prescribía descanso completo en cama a los pacientes con infarto de miocardio.

Fue en el 1700 cuando Bernardino Ramazzini estudió a más de 52 ocupaciones de su época y los efectos en sus trabajadores y observó que los mensajeros profesionales vivían más tiempo que los sastres. En el 1939 se publicó un estudio que analizó la longevidad de los estudiantes remeros de Oxford, y que puso de manifiesto cómo los estudiantes que habían estado en el equipo de remeros desde el 1829 al 1928 habían vivido más años. Uno de los primeros estudios epidemiológicos más rigurosos que ayudaron a cambiar radicalmente el paradigma y por tanto la reputación del ejercicio fue el estudio del Profesor Morris en el 19531. Este estudio mostró de forma inequívoca que la actividad física regular podía reducir el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles y que por tanto podía incrementar la esperanza de vida. En el 1989 se publicó otro estudio pionero liderado por el Profesor Steven Blair donde se ponía de manifiesto que la capacidad aeróbica, un marcador fisiológico que refleja el nivel de actividad física realizado durante los últimos 3 meses, era un potente predictor de mortalidad2. Desde entonces se han publicado cientos de estudios donde se observan, de forma inequívoca, los efectos beneficiosos de la práctica regular de actividad física sobre las enfermedades crónicas no transmisibles, así como sobre la esperanza de vida. Actualmente, existe una sólida evidencia científica acerca de los efectos beneficiosos para la salud de la práctica regular de actividad física de intensidad moderada a vigorosa en población adulta.

La actividad física da más vida a los años

Los beneficios de la práctica regular de la actividad física sobre la salud aparecen desde las primeras semanas, e incluso desde las primeras sesiones. Además, se ha demostrado que los efectos beneficiosos de la actividad física siempre son independientes del género, edad o capacidad del individuo. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en la última versión de las Recomendaciones Mundiales de Actividad Física publicadas en Diciembre de 2020, pone énfasis en la importancia de que cada paso cuenta, en que la actividad física incluso realizada a una intensidad ligera es importante, y en que algo de actividad física, por muy poco que sea, es siempre mejor que nada. Esta idea la resume en un video muy ilustrativo.

Reduce el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas

La Organización Mundial de la Salud ha indicado que las enfermedades crónicas no transmisibles y más concretamente, las enfermedades cardiovasculares constituyen la principal causa de muerte en los países desarrollados. Existe suficiente evidencia científica que indica que las personas que son físicamente activas tienen un menor riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular, así como una menor probabilidad de sufrir otras enfermedades crónicas no transmisibles comparado con personas que no son físicamente activas3. Estimaciones recientes sugieren que tanto la falta de actividad física como una dieta no saludable son dos claros factores determinantes para desarrollar muchas enfermedades, y su efecto está cerca de sobrepasar al tabaco como causa de mortalidad prevenible. Los beneficios que la práctica regular de actividad física ocasiona sobre la persona adulta son múltiples y se aplican tanto a las personas sanas como a las que tienen alguna patología3.

La evidencia científica disponible indica que la practica regular de actividad física, el ejercicio, es una verdadera medicina para la prevención y el tratamiento de hasta 35 enfermedades distintas4 , incluyendo enfermedades relacionadas con el sistema cardiorespiratorio, muscular, nervioso, reproductivo, digestivo, inmunitario, óseo y endrocino (ver FIGURA 1).


Figura 1. La inactividad física incrementa el riesgo de desarrollar hasta 35 enfermedades crónicas.
FUENTE: elaboración propia (adaptada de Booth et al)4.

La actividad física también es beneficiosa para mantener una buena salud mental, ya que previene el deterioro cognitivo así como el desarrollo de Alzheimer5, y los síntomas de la depresión y la ansiedad6.

Y da más años a la vida

A nivel mundial, se ha estimado que el sedentarismo causa entre el 6-10% de las mayores enfermedades crónicas no transmisibles, tales como la enfermedad coronaria, la diabetes tipo 2, así como los cáncer de colon y mama7. Además, el sedentarismo es responsable de en torno al 9% de las muertes prematuras. Estas estimaciones se incrementan hasta el 29% de reducción del riesgo de mortalidad cuando se comparan personas muy activas con personas muy sedentarias. Si las personas fueran físicamente activas la esperanza de vida de la población mundial podría incrementarse entre 0.7-1 año. Datos del estudio Europeo EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition Study), donde se siguió a una cohorte de 334.161 hombres y mujeres europeas durante 12 años de media, mostraron que si se hubiera evitado el sedentarismo se podría haber reducido el riesgo de mortalidad por todas las causas en un 7,3%, lo que supone haber evitado 676.000 muertes en Europa en el 20088. Por tanto, no hay duda de que hacer algo de actividad física es mejor que no hacer nada. Además, numerosos estudios han puesto de manifiesto que se pueden conseguir más beneficios si se incrementan ligeramente los niveles de actividad física. De hecho, se ha estimado que personas que se declaran corredores recreacionales, esto es, que corren 2-3 veces a la semana, viven de media en torno a 6 años más que sus colegas que son sedentarios9. Un estudio longitudinal realizado con más de 650.000 personas mostraba el efecto de dosis-respuesta de la actividad física, de tal forma que la esperanza de vida era de 3 años más en las personas que realizaban 150 minutos a la semana y de hasta 5 años más en aquellas que conseguían realizar actividad física durante 60 minutos al día, todos los días de la semana10. Los beneficios de la actividad física sobre la esperanza de vida son tales que se ha estimado que el riesgo de mortalidad se puede reducir hasta en un 18% si se cambia una hora de sedentaria por una hora de actividad física. Es por tanto de vital importancia que todos los adultos tomen su pastilla de ejercicio al día (ver TABLA 1), no solo para darle más años a la vida sino para darle más vida a los años.

Tabla 1. Recomendaciones de actividad física para adultos y mayores de la Organización Mundial de la Salud11
• Todos los adultos deben realizar actividades físicas con regularidad.
• Se recomienda acumular a lo largo de la semana un mínimo de entre 150 y 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada, o bien un mínimo de entre 75 y 150 minutos de actividad física aeróbica de intensidad vigorosa, o bien una combinación equivalente de actividades de intensidad moderada y vigorosa, con el fin de obtener beneficios notables para la salud.
• Los adultos también deben realizar actividades de fortalecimiento muscular para trabajar los grandes grupos musculares dos o más días a la semana, ya que ello reporta beneficios adicionales para la salud.
• Los adultos deben limitar el tiempo que dedican a actividades sedentarias. Sustituir el tiempo sedentario por una actividad física de cualquier intensidad (incluso leve) se traduce en beneficios para la salud.

Los beneficios se aprecian desde las primeras etapas de la vida

Los efectos beneficiosos descritos en adultos también se han observado en edades más tempranas, esto es en niños y adolescentes a pesar de que éstos han estado expuestos durante mucho menos tiempo a un ambiente obesogénico y a un estilo de vida poco cardiosaludable11. De hecho, aunque la incidencia de la enfermedad cardiovascular aparece en la cuarta o quinta década de la vida, hay evidencia que indica que el origen está en las primeras etapas de la vida12. Hay numerosos factores de riesgo para desarrollar enfermedad cardiovascular entre los que se incluyen una alteración del perfil lipídico, resistencia a la insulina, parámetros inflamatorios elevados, hipertensión, sobrepeso y obesidad13. La obesidad infantil está aumentando de forma alarmante a nivel mundial, especialmente en los países desarrollados. Y sus consecuencias en la adolescencia sobre la salud y la esperanza de vida son devastadoras. Un estudio publicado en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine muestra de forma inequívoca que sobrepeso y obesidad en la adolescencia está fuerte mente asociado con un mayor riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular 40 años más tarde14. El incremento del tiempo empleado en actividades sedentarias tales como ver la televisión y el uso de videojuegos, así como una reducción de la actividad física parecen ser los principales responsables de este problema.

La implantación de unos hábitos de vida saludables en edades tempranas, mediante programas efectivos de prevención y educación en los que el niño y el adolescente adopten un estilo de vida físicamente activo pueden ser la principal y más efectiva herramienta para reducir la incidencia de patologías cardiovasculares en la edad adulta. Es por tanto de vital importancia que los niños y adolescentes jueguen una partida de ejercicio al día (ver Tabla 2)11.

Tabla 2. Recomendaciones de actividad física de la Organización Mundial de la Salud11 para niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años:

• Los niños y adolescentes deben realizar al menos una media de 60 minutos de actividad física diaria principalmente aeróbica de intensidad moderada a vigorosa a lo largo de la semana.

• Deben incorporarse actividades aeróbicas de intensidad vigorosa y actividades que refuercen músculos y huesos al menos tres días a la semana.

• Los niños y adolescentes deben limitar el tiempo que dedican a actividades sedentarias, especialmente el tiempo de ocio que pasan delante de una pantalla.

Conclusiones

• La práctica regular de actividad física reduce el riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles y mejora la salud cardiovascular independientemente del género, edad o capacidad del individuo.
• La práctica regular de actividad física puede prevenir y ayudar a tratar hasta 35 enfermedades distintas, y puede incrementar la esperanza de vida hasta en 6 años.
• El sedentarismo incrementa notablemente el riesgo de muerte prematura, y hay estimaciones que indican el riesgo de mortalidad se reduce en un 29% en personas activas comparado con personas sedentarias.
• Los beneficios de la actividad física sobre la salud cardiovascular son apreciables desde la infancia.

PUBLICACIONES


INFORME FEN-FINUT

«La leche como vehículo de salud para la población»

Revisión sistemática de la Fundación Española de Nutrición y Fundación Iberoamericana de Nutrición (2015)

Bibliografía
1. Morris, J. N., Heady, J. A., Raffle, P. A., Roberts, C. G. & Parks, J. W. Coronary heart-disease and physical activity of work. Lancet 265, 1111–20; concl (1953).
2. Blair, S. N. et al. Physical fitness and all-cause mortality. A prospective study of healthy men and women. JAMA 262, 2395–2401 (1989).
3. Pedersen, B. K. & Saltin, B. Exercise as medicine – evidence for prescribing exercise as therapy in 26 different chronic diseases. Scand J Med Sci Sports 25, 1–72 (2015).
4. Booth, F. W., Roberts, C. K., Thyfault, J. P., Ruegsegger, G. N. & Toedebusch, R. G. Role of inactivity in chronic diseases: Evolutionary insight and pathophysiological mechanisms. Physiol Rev 97, 1351–1402 (2017).
5. Lucia, A. & Ruiz, J. R. Exercise is beneficial for patients with Alzheimer’s disease: a call for action. Br J Sport Med 45, 468–469 (2011).
6. Erickson, K. I. et al. Physical Activity, Cognition, and Brain Outcomes: A Review of the 2018 Physical Activity Guidelines. Med Sci Sports Exerc 51, 1242–1251 (2019).
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8. Ekelund, U. et al. Physical activity and all-cause mortality across levels of overall and abdominal adiposity in European men and women: the European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition Study (EPIC). Am J Clin Nutr 101, 613–621 (2015).
9. Schnohr, P., Marott, J. L., Lange, P. & Jensen, G. B. Longevity in male and female joggers: the Copenhagen City Heart Study. Am J Epidemiol 177, 683–689 (2013).
10. Moore, S. C. et al. Leisure time physical activity of moderate to vigorous intensity and mortality: a large pooled cohort analysis. PLoS Med 9, e1001335 (2012).
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12. Berenson, G. S. et al. Association between multiple cardiovascular risk factors and atherosclerosis in children and young adults. The Bogalusa Heart Study. N Engl J Med 338, 1650–1656 (1998).
13. Juonala, M. et al. Childhood adiposity, adult adiposity, and cardiovascular risk factors. N Engl J Med 365, 1876–85 (2011).
14. Twig, G. et al. Body-Mass Index in 2.3 Million Adolescents and Cardiovascular Death in Adulthood. N Engl J Med 374, 2430–2440 (2016).

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