Inmunonutrición: cómo fortalecer el sistema inmunitario a través de la alimentación

ASCENSIÓN MARCOS SÁNCHEZ
Profesora de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Directora del Grupo de Inmunonutrición


Desde que en el año 400 a.c. Hipócrates ya determinó el importante papel de la alimentación sobre la salud con su famosa frase: “deja que el alimento sea tu medicina y que la medicina sea tu alimento”, con el trascurso de los años, la evidencia científica a través de la investigación realizada, no ha hecho más que confirmar esta sentencia. De hecho, se ha establecido que la alimentación es clave para estar sano, algo que en la actualidad la Salud Pública tiene muy presente (1).

Más aún, en las últimas décadas, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, “la nutrición es el arma más poderosa de que disponemos para mantener la salud y evitar la enfermedad”, como cita el Profesor Salvador Zamora, catedrático de Emérito de la Universidad de Murcia en su prólogo del Libro de Inmunonutrición y Estilo de Vida (2).

Inmunonutrición, de máxima actualidad con motivo del COVID-19

La Inmunonutrición es una materia muy amplia, que, a pesar de su relativamente corta existencia, ha adquirido una gran preponderancia, especialmente hoy en día con motivo de la pandemia del COVID-19 que nos está atacando a nivel mundial.

La Inmunonutrición es una materia interdisciplinar que abarca distintos aspectos de la nutrición, la salud y la enfermedad. En ella se estudia el papel que juegan los nutrientes, los compuestos bioactivos, los alimentos convencionales y los nutracéuticos, sobre diversas funciones del organismo, así como su implicación en los mecanismos de defensa del individuo. Por este motivo, es esencial el conocimiento de los diferentes biomarcadores relacionados con la actividad del sistema inmunitario y cómo repercuten sus valores a favor o en contra de la funcionalidad de nuestro sistema de defensa.

Hoy en día, tiene un especial énfasis el estudio de micronutrientes (minerales y vitaminas), así como de los antioxidantes y ácidos grasos, sin olvidar la gran incidencia que en los últimos años ha tenido el conocimiento de la actuación de los probióticos, prebióticos y simbióticos sobre los mecanismos integrados en el sistema inmunitario, con el fin de hacer frente a determinadas patologías, todas ellas de origen inflamatorio.

Es cierto que en las dos últimas décadas una gran parte de la investigación, tenía como objetivo prioritario el estudio de las enfermedades no transmisibles, en su totalidad con una carga inmunoinflamatoria, siendo la reina de todas ellas la obesidad, como base predisponente de la gran mayoría de las patologías, como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas, intestinales, hepáticas, autoinmunes, alergias, cáncer, entre las más prevalentes. No obstante, con la llegada del COVID-19, nos hemos retrotraído hasta al menos un siglo, recordando las epidemias generadas por otros virus (gripe, viruela, sarampión, paperas, rubeola, poliomielitis, VIH, dengue, hepatitis, ébola, SARS).

Mayores, obesos y COVID-19

Pensábamos que teníamos ya la batalla ganada frente a los virus, con vacunas y determinados medicamentos. Sin embargo, estamos viendo cómo el COVID-19 está atacando de manera indiscriminada en todos los continentes, haciéndose más virulento en un grupo de población que llamamos senior, a partir de los 50 años. Esto no quiere decir que no afecte al grupo infanto-juvenil e incluso a recién nacidos, ya que se está demostrando su efecto virulento en todas las edades. Lo cierto es que nos ha cogido desprevenidos a todos (3,4).

¿Y por qué este virus se ceba más en los más mayores? Porque su sistema inmunitario no es capaz de defenderles apropiadamente. Existe un proceso denominado inmunosenescencia (figura 1), que consiste en que a medida que avanza la edad el sistema de defensa es más débil e incapaz de defender al organismo ante el ataque de un agente extraño (5,6).

Figura 1. Consecuencias de la Inmunosenescencia

Además, las personas que presentan obesidad tienen un envejecimiento prematuro, teniendo en consecuencia su sistema inmune muy afectado, por lo que son más susceptibles a padecer infecciones y alergias.

Alimentación basada en cuatro grupos de alimentos

¿Qué se puede hacer ante esta situación? En primer lugar, hay que vigilar la alimentación, no solo los alimentos sólidos, sino también los líquidos. Es fundamental que nuestro organismo esté bien hidratado.

Por este motivo, es importante seguir las recomendaciones que la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD, www.fesnad.org) acaba de establecer, junto con una infografía sobre consejos que no debemos olvidar poner en práctica, máxime durante este periodo tan crítico.

En primer lugar, tiene que haber una alimentación básica compuesta por cuatro grupos esenciales de alimentos: 1) verduras y hortalizas, 2) frutas, 3) legumbres, 4) cereales integrales.

Estos grupos de alimentos, además de aportar minerales, vitaminas, compuestos bioactivos, y antioxidantes, todos ellos fortalecedores del sistema inmunitario, son fuente de una gran cantidad de fibra soluble e insoluble, fundamental para la buena regulación de nuestro intestino y para que nuestra microbiota intestinal esté bien regulada y funcione adecuadamente. La salud intestinal es la base para que las propias bacterias beneficiosas que la constituyen actúen en común unión con las células del sistema inmunitario, evitando de este modo infecciones y también procesos de inflamación.

El déficit de calcio y vitamina D, riesgo para el sistema inmunitario

Aunque se ha denigrado la grasa alimentaria, culpándola no siempre de manera justa de la gran epidemia internacional de la obesidad, no olvidemos que tiene un papel esencial en muchas funciones orgánicas, y, por ende, en el sistema inmunitario.

Aparentemente, se tiene el concepto de que la grasa saturada es la mala de la película, pero no siempre es perjudicial, ya que la grasa procedente de la leche es auténticamente esencial para facilitar la absorción de minerales y vitaminas, en particular del calcio y la vitamina D, que hoy en día tenemos bastante déficit, precisamente provocado por algunas modas en contra del consumo de los productos lácteos. De hecho, tanto un déficit de calcio como de vitamina D puede provocar un mal funcionamiento del sistema inmunitario, como pone de manifiesto la evidencia científica del papel de los suplementos de estos micronutrientes en infecciones respiratorias y por VIH (7-9).

No obstante, otros ácidos grasos saturados procedentes fundamentalmente de las carnes procesadas sobre todo no son tan beneficiosos y conviene consumirlos con mucha moderación para evitar niveles altos de colesterol, en particular, de la fracción LDL del colesterol (denominado familiarmente como colesterol malo), y, en consecuencia, producir más riesgo de sufrir síndrome metabólico o alguna enfermedad cardiovascular.

Es de resaltar que no todos los ácidos grasos tienen el mismo papel fisiológico y dependiendo de las características del individuo, habrá que determinar una mayor o menor ingesta. En este sentido, es fundamental el papel de los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, así como la relación entre ellos para proporcionar un mejor estado inmunitario. Son de todos conocidos los beneficios del aceite de oliva que en su mayor parte consta de ácidos grasos monoinsaturados y de los frutos secos y el pescado azul, que aportan una alta cantidad de ácidos grasos poliinsaturados.

Además de todo lo indicado, en general nuestra alimentación debe basarse en productos naturales, eliminando el consumo de aquellos alimentos ultra procesados cuya densidad nutricional no sea adecuada, que como mucho deberían suponer, una décima parte de la dieta global.

Está claro que los alimentos que ingerimos son clave para nuestro estado nutricional e inmunológico, pero no podemos olvidar la importancia que tiene el tipo de cocinado que empleemos. Lo más recomendable es utilizar la plancha, el horno o bien hervir los alimentos, ya que el abuso de las frituras, sobre todo de rebozados, puede generar productos tóxicos en el aceite que son contraproducentes para el buen funcionamiento del sistema inmunitario.

Los hábitos alimentarios también influyen

A pesar de que muchas veces pensamos que nuestra situación nutricional se debe solo a lo que comemos, no somos conscientes de la importancia que tienen nuestros hábitos alimentarios. Así, es fundamental no saltarse ninguna de las 3 comidas obligatorias al día, desayuno, comida y cena.

Es cierto que hoy en día se está dando mucha importancia a fomentar distintos tipos de dietas, la mayoría mágicas y, sobre todo, enfocadas a perder peso. Sin embargo, la magia no existe para este objetivo, sino seguir un buen estilo de vida. Por este motivo, se puede tomar un tentempié entre el desayuno y la comida a base de fruta, frutos secos o yogur y/o una pequeña colación entre la comida y la cena. Además, es necesario mantener una velocidad correcta de la masticación y sobre todo, no comer compulsivamente. También es muy recomendable no comer nada al menos dos horas antes de ir a la cama para tener una buena digestión.

No obstante, dentro del estilo de vida, debemos cuidar además de la dieta, otros hábitos saludables, como hacer una actividad física regular, mantener una apropiada calidad y cantidad de sueño, así como eliminar el tabaco absolutamente y en caso de beber alcohol, preferiblemente que sea una bebida fermentada y en muy pequeña cantidad, un vaso de vino o una a dos cañas al día. Del mismo modo, la salud mental es esencial para mantener un estilo de vida saludable, que pueda predisponer al sistema inmunitario para reaccionar y funcionar adecuadamente ante cualquier sustancia extraña que pretenda invadirlo.

En fin, es importante el estudio de la Inmunonutrición porque nos da las herramientas necesarias para promover una calidad de vida saludable a través de la prevención de las infecciones y los procesos de inflamación (figura 2).

Figura 2. El estudio de la Inmunonutrición es clave para promover la calidad de vida a través de la prevención de las infecciones y los procesos de inflamación.

PUBLICACIONES


«Alimentos funcionales y salud en las etapas infantil y juvenil»

Autores: Javier Aranceta y Ángel Gil

Bibliografía
1. Marcos A, Nova E, Montero A. Changes in the immune system are conditioned by nutrition. Eur J Clin Nutr 2003;57(Supl. 1):S66-9
2. Zamora S. Inmunonutrición: Estilo de vida. (Marcos A. ed). Panamericana. 2020. ISBN. 9788491101208
3. Calvo C, et al. Recomendaciones sobre el manejo clínico de la infección por el «nuevo coronavirus» SARS-CoV2. Grupo de trabajo de la Asociación Española de Pediatría (AEP). An Pediatr (Barc). 2020. https://doi.org/10.1016/j.anpedi.2020.02.001
4. Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. Secretaría General de Sanidad y Consumo. Dirección General de Salud Pública, Calidad e Innovación. INFORME TÉCNICO. Enfermedad por coronavirus, COVID-19. Actualización; 17 de marzo 2020
5. Pawelec G. Age and immunity: What is «immunosenescence»? Exp Gerontol. 2018 May;105:4-9. doi: 10.1016/j.exger.2017.10.024. Epub 2017 Oct 27.
6. Fülöp T, Dupuis G, Witkowski JM, Larbi A. The Role of Immunosenescence in the Development of Age-Related Diseases. Rev Invest Clin. 2016 Mar-Apr;68(2):84-91.
7. Martineau AR. et al. Vitamin D supplementation to prevent acute respiratory tract infections: systematic review and meta-analysis of individual participant data BMJ 2017;356:i6583 | doi: 10.1136/bmj.i6583
8. Bergman P, Lindh A° U, Björkhem-Bergman L, Lindh JD. Vitamin D and respiratory tract infections: a systematic review and meta-analysis of randomized controlled trials. PLoS ONE 2013; 8(6): e65835. doi:10.1371/journal.pone.0065835
9. Puthanakit T. et al., Effect of calcium and vitamin D supplementation on bone mineral accrual among HIV-infected Thai adolescents with low bone mineral density. J Virus Erad. 2018 Jan; 4(1): 6–1

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