Ventajas y limitaciones de Nutri-Score en base a la evidencia científica

RAMÓN ESTRUCH RIBA
Servicio de Medicina Interna del Hospital Clínic
Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona
Instituto de Investigación Biomédica August-Pi i Sunyer (IDIBAPS), (Barcelona)
CIBER de Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición, Instituto de Salud Carlos III (Madrid)


Los malos hábitos alimentarios son uno de los principales determinantes de la salud de una población y se asocian con casi el 80% de las enfermedades crónicas no transmisibles, como la enfermedad cardiovascular (infarto agudo de miocardio y accidente vascular cerebral), diabetes, deterioro cognitivo, demencia e incluso algunos tipos de cáncer1.

Ello ha motivado que gobiernos, organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), numerosas sociedades científicas nacionales e internacionales, e incluso grupos de presión (p.e. Bloomberg news agency) aboguen por la puesta en marcha de estrategias y programas de mejora de los patrones de alimentación y estilo de vida de los individuos con el objetivo de mejorar la salud de la población.

Analizando las dietas que mejor salvaguardan la salud de la población siempre ocupan las primeras posiciones la dieta mediterránea, la dieta vegetariana (que no vegana) y la dieta DASH (“Dietary Approach to Stop Hypertension»), seguidas de la dieta flexiteriana (principalmente vegetariana con consumo ocasional de carne) y la dieta nórdica, entre muchas otras2.

El fomento de estas dietas, especialmente la dieta mediterránea, debería ser incluido en todas las campañas de educación y formación en hábitos saludables de la población en colegios, escuelas, puestos de trabajo, centros de salud o residencias de mayores, según la franja de edad. Siendo esta educación la principal estrategia a seguir podrían discutirse otras medidas, como un aumento de impuestos a los alimentos menos saludables (como refrescos azucarados o bollería industrial) y restricciones de acceso a alimentos poco saludables en colegios y empresas, así como un etiquetado más visible y comprensible de los alimentos envasados, que debería complementar la información nutricional del producto, ya que al ser más visible (“etiquetado frontal”) podría facilitar al comprador la elección de productos más saludables3.

Antecedentes del Etiquetado frontal de clasificación de alimentos (FOPL)

La búsqueda del mejor método de etiquetado frontal y su utilidad para mejorar la salud de la población ha levantado mucha polvareda entre políticos y científicos estos últimos años, y consecuentemente esta polémica ha llegado también a los medios de comunicación.

Aunque la clave de los efectos de la alimentación está en todo el patrón dietético (dieta) y que muchos de los alimentos más saludables son precisamente los que no llevan “etiquetado frontal” (Front-of-pack labelling o FOPL). Un buen sistema de etiquetado de los alimentos envasados puede ser una herramienta útil para ayudar a los consumidores a seleccionar los productos más saludables a la hora de realizar una compra.

El primer sistema de etiquetado FOPL se desarrolló en Suecia en 1989 y posteriormente han ido apareciendo muchos. Uno de los más estudiados y aceptados por varios gobiernos es el Nutri-Score francés, que se basa en un sistema de clasificación de 5 letras y 5 colores de la A (verde oscura) a la E (roja) según un algoritmo que incluye la cantidad de energía, azúcares, grasas saturadas y sodio, como valoraciones negativas, y el contenido en proteínas, fibra, fruta, verdura, legumbres, frutos secos y aceites de colza, nuez y oliva, como valoraciones positivas (Figura 1).


Figura 1. Sistema de etiquetado frontal (FOPL) Nutriscore.

Este sistema de etiquetado frontal desarrollado en Francia ha sido muy bien aceptado por otros países como Bélgica, Alemania, España, Países Bajos, Luxemburgo y Suiza, al igual que muchas instituciones privadas y cadenas de distribución4-6. No obstante, también ha recibido muchas críticas, por lo que otros países como Italia han abogado por otro sistema de etiquetado frontal más respetuoso con las hábitos alimentarios y tradiciones de los países mediterráneos, el Nutrinform Battery, que también tiene numerosos adeptos como República Checa, Grecia, Croacia, Letonia, Hungría, Chipre y Rumanía7.

Ventajas o Fortalezas del Nutri-Score

Entre los “pros” de este sistema merecen destacarse los siguientes (ver TABLA 1):

– Es aplicable a múltiples alimentos y permite pocas excepciones al basarse en una fórmula matemática (algoritmo). Aunque se han hecho algunas basadas más en “criterios políticos” que en criterios nutricionales.

– Permite comparar los efectos sobre la salud de los alimentos envasados de una misma categoría, como, por ejemplo, los snacks o los cereales para el desayuno.

– Resulta muy favorable para los productos de origen vegetal. Ello debe considerarse como una gran ventaja en un momento en que existe un gran consenso mundial en promocionar algunos productos vegetales para una mayor sostenibilidad medioambiental8.

Penaliza el consumo de nutrientes como azúcares, grasa saturada y sal. En este punto, merece destacarse que la ingesta de sal (sodio) es uno de los principales determinantes de mortalidad tanto global como cardiovascular, por lo que la penalización del consumo de sal debe considerarse como un aspecto muy positivo9.

Valorar como negativo la cantidad de energía que puede aportar cada alimento. Dada la epidemia de obesidad que vivimos actualmente aunque en este sentido resaltaría que cada vez disponemos de más evidencias de que el efecto de una caloría de un alimento no siempre es igual a una caloría de otro. Así, se ha observado en el estudio PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea) que los participantes incluidos en el grupo de intervención con dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen extra (AOVE) presentaron una mayor pérdida de peso corporal que los incluidos en el grupo de una dieta baja en grasa, a pesar de haber consumido un mayor número de calorías en la dieta10. Una vez más, la ingesta de un alimento no puede desligarse del patrón de alimentación global que sigue la persona en cuestión.

Desventajas o Limitaciones del Nutri-Score

Este sistema de clasificación de los alimentos también ha recibido muchas críticas como las que se resumen a continuación (ver TABLA 1):

Gran cantidad de alimentos que no entran en esta clasificación, como los productos frescos (fruta, verdura, carne y pescado), alimentos con un solo ingrediente (vinagre, miel), café, té, infusiones y bebidas alcohólicas, por lo que se ha llegado a afirmar que algunos de los productos más saludables, como los productos frescos, son precisamente los que están fuera del Nutri-Score.

No tener en cuenta la cantidad real que se consume del alimento, ni la ración definida para cada uno de ellos sino en su composición por 100 mg o 100 mL. Ello motiva que algunos productos como el aceite de oliva cuyo consumo habitual entre 20 y 50 mL/día10 sea penalizado, mientras que otros productos cuyo consumo diario sea superior a 100 mL se ven favorecidos.

No incluir en el algoritmo la frecuencia de consumo. Son muchos los productos cuyo consumo es más ocasional que son mal calificados, como, por ejemplo, los quesos o el jamón, cuando su consumo no suele ser diario (a excepción de los quesos frescos cuyo consumo si puede ser más frecuente o incluso diario).

Mezclar energía, nutrientes y alimentos, hecho que del punto de vista científico no se considera muy correcto para un sistema de clasificación.

No tener en cuenta la calidad de proteínas, hidratos de carbono y grasa de los alimentos. Al valorar las proteínas, debería valorarse su calidad y procedencia, animal o vegetal, ya que el valor nutricional de las proteínas de origen animal es mayor al proporcionar un mayor número de aminoácidos esenciales. Asimismo, no todos los azúcares son iguales. Debemos fomentar el consumo de hidratos de carbono complejos (propio de las verduras, cereales integrales y legumbres) y huir de los azúcares simples, hecho que tampoco es tenido en cuenta. Y dentro de los azúcares simples, tampoco tienen el mismo impacto los azúcares naturalmente presentes (como la lactosa de la leche o la fructosa de la fruta) que los añadidos.

No considera ni el contenido, ni la densidad en micronutrientes (minerales y vitaminas), ni tampoco su riqueza en compuestos bioactivos, como polifenoles y carotenoides. Aparte de sodio, existen otros minerales muy relevantes para la salud. El Nutri-Score tiene en cuenta de forma indirecta el potasio de la dieta al considerar de alguna manera el consumo de fruta y de verdura, pero en cambio desprecia el consumo de calcio presente en los productos lácteos13. Los polifenoles son compuestos bioactivos que sintetizan las plantas para protegerse de sus agresiones (p.e. infecciones y sequía) y los seres humanos cuando los consumimos, adquirimos también una mayor protección frente a nuestras enfermedades más comunes, como la enfermedad cardiovascular, la diabetes, el deterioro cognitivo y el cáncer. Numerosos estudios han relacionado el consumo de polifenoles con una menor mortalidad e incidencia de enfermedad cardiovascular, diabetes y cáncer14. En este contexto, se ha llegado a señalar que los ciudadanos que sólo consumieran productos clasificados como A y B en el Nutri-Score muy seguramente sufrirían déficits nutritivos de relevancia clínica.

No valora como dato positivo la presencia de ácidos grasos insaturados, ni mono-insaturados (MUFA, n-9), propios del aceite de oliva, ni de poli-insaturados (PUFA), como los omega-3, propios del pescado, frutos secos (nueces) y semillas de plantas (linaza, chía). Tal vez sea este el punto más débil de este sistema de etiquetado ya que son innumerables los estudios que han demostrado los efectos saludables de tanto los MUFA11 como de los PUFA12 sobre variables de salud tan potentes como mortalidad global, mortalidad cardiovascular, e incidencia de infarto de miocardio, accidente vascular cerebral, deterioro cognitivo, enfermedad de Alzheimer, y cáncer.

No pueden compararse diferentes categorías de alimentos entre sí, por lo que no se deberían comparar, por ejemplo, la Coca Cola Zero, que tiene una “B”, con el aceite de oliva virgen extra que está calificado sorprendentemente con una “C”. Resulta que determinadas categorías de alimentos van de la “A a la E”, mientras que la categoría de aceites parte directamente de la “C”, como si el aceite de oliva virgen extra (AOVE) jugara en tercera división, mientras que otros alimentos como los refrescos lo hicieran en primera15.

No valora positivamente alimentos que han conseguido alegaciones de salud por la EFSA (European Food Safety Authority) de la Unión Europea como el cacao o el AOVE16.

No considera los efectos de los edulcorantes17, de ahí que numerosos refrescos “sin azúcar” obtengan una buena nota.

No tiene en cuenta el efecto negativo del procesamiento de algunos alimentos envasados. Durante el procesado se pueden perder nutrientes esenciales (vitaminas y aminoácidos) o formarse sustancias tóxicas (aminas heterocíclicas), hecho que explica que numerosos estudios hayan hallado asociaciones significativas entre un alto consumo de ultraprocesados (> 11% de los alimentos) y un aumento tanto de la mortalidad global como por causa cardiovascular18.

No tiene en cuenta ni la sostenibilidad ni el lugar de origen o la trazabilidad. Siendo actualmente tan importante la salud del planeta como la poblacional o individual, todas las recomendaciones dietéticas deberían también tener en cuenta la sostenibilidad de los alimentos que aconsejan, así como su lugar de origen y trazabilidad. El sector alimentario supone aproximadamente el 30% del consumo total de energía del mundo y un 22% del total de emisiones de gases de efecto invernadero.

De ahí que se recomienden principalmente alimentos basados en una producción sostenible, donde son esenciales los productos vegetales, locales y frescos, con bajo impacto en el medio ambiente10.


Tabla 1.Fortalezas y limitaciones del Nutri-Score.
Fuente: elaboración propia

Evidencias científicas sobre el Nutri-Score

Los valedores del Nutri-Score señalan que el seguimiento de una alimentación basada en su algoritmo se asocia a una menor mortalidad y una menor incidencia de enfermedades crónicas. Esta afirmación se basa en los resultados de estudios de grandes cohortes francesas (SU.VI.MAX y Nutri-Santé), españolas (Seguimiento Universidad de Navarra – SUN- y Estudio de Nutrición y Riesgo Vascular en España -ENRICA) y europeas (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition – EPIC)5. No obstante, en este punto merecen hacerse dos consideraciones:

• La primera, y la más importante, es que estos estudios no se diseñaron para valorar este objetivo sino que se han basado en datos previos obtenidos de grandes cohortes.

• En segundo lugar, existen grandes discrepancias en la magnitud de los efectos observados. Así, en algunos estudios los sujetos con una puntuación más alta presentaban un riesgo 34% superior de desarrollar un cáncer19 y un 14% superior de presentar una complicación cardiovascular20, mientras que en otros con un tamaño de muestra mucho mayor (EPIC) el incremento del riesgo de desarrollar un cáncer era de un 7%21, y de presentar una enfermedad cardiovascular de un 4%22. Finalmente, merece destacarse que en el estudio ENRICA no se observaron diferencias significativas en la mortalidad por cualquier causa entre los sujetos con un mayor consumo de productos clasificados como D o E, comparado con los que consumían preferentemente productos A o B. Sólo se observaron diferencias significativas cuando se compararon los sujetos que consumían más productos D o E con los sujetos que consumían preferentemente fruta y verdura23. En otras palabras, hacen falta más estudios especialmente diseñados para evaluar los efectos del consumo de alimentos envasados clasificados según el Nutri-Score antes de concluir que este sistema de clasificación se apoya realmente sobre bases científicas sólidas.

Conclusión

Se requiere un etiquetado frontal que ayude realmente al consumidor en la elección de los alimentos más saludables, pero este etiquetado debería estar basado en estudios científicos que aporten el mayor grado de evidencia científica de sus características saludables, tenga en cuenta las raciones y frecuencia de consumo de los alimentos, se englobe dentro de un patrón dietético saludable (como la dieta mediterránea) y tenga en cuenta criterios de sostenibilidad y trazabilidad, de modo que también así quedarían reconocidas las denominaciones de origen de los productos.

No obstante, deben realizarse más estudios y conseguirse un mayor consenso para poder concluir cuál es el etiquetado frontal más útil para la población de los países mediterráneos.

En conclusión, etiquetado frontal sí, pero basado en bases científicas sólidas para poder afrontar mejor los problemas nutricionales del mundo actual24.

PUBLICACIONES


INFORME FEN-FINUT

«La leche como vehículo de salud para la población»

Revisión sistemática de la Fundación Española de Nutrición y Fundación Iberoamericana de Nutrición (2015)

Bibliografía
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2. Estruch R, Sacanella E, Lamuela-Raventós RM. Ideal dietary patterns and foods to prevent cardiovascular disease. JACC. 2020;76:2194-6.
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