Batidos lácteos en alimentación infantil: ¿son recomendables?
LAURA PÉREZ NAHARRO
Dietista-nutricionista y divulgadora
Especializada en nutrición clínica, pérdida de grasa y alimentación infantil
Durante los últimos años, los batidos lácteos han sido objeto de críticas. A menudo, se los etiqueta como “productos ultraprocesados” y se les agrupa o compara con otros productos que en todas o la mayoría de ocasiones no tienen nada que ver a nivel nutricional, y por ello se desaconseja su consumo en población infantil. Esta categorización genera una fuerte contradicción: ¿cómo puede un alimento con base láctea (en una gran mayoría estos batidos contienen un 90% de leche)—que aporta proteínas, calcio, y vitaminas— equipararse nutricionalmente a otros productos con los que no tienen nada que ver?
La respuesta requiere un análisis más allá del enfoque reduccionista de demonizar alimentos por la simple presencia de azúcares sin valorar de forma más global la densidad nutricional de cada alimento y su frecuencia de consumo dentro de la dieta
¿Qué es un batido?
No existe una definición específica para el término «batido», pero este tipo de alimento se encuentra regulado dentro de la categoría general de bebidas lácteas o productos lácteos líquidos. De acuerdo con el Reglamento (CE) 853/2004, deben elaborarse fundamentalmente a partir de leche.
Además, pueden incorporar otros elementos como cacao, frutas, azúcar, aromas, edulcorantes o estabilizantes, siempre que se respete la naturaleza del alimento lácteo base.
Son alimentos lácteos con una elevada densidad nutricional a los que, en ocasiones, se les añaden sabores y azúcares o edulcorantes con el fin de mejorar su aceptación entre la población infantil, sin que ello afecte a los beneficios inherentes de la leche de origen.
¿Cuál es su perfil nutricional?
Los batidos lácteos pueden representar una fuente legítima de nutrientes esenciales, especialmente durante las etapas clave del crecimiento y desarrollo. Cuando se formulan sin exceso de azúcares añadidos, estos productos conservan gran parte del valor nutricional de la leche, un alimento ampliamente reconocido por su densidad de nutrientes y su relevancia en las dietas pediátricas.
Una ración de batido lácteo con una proporción de un 90% o más de leche, puede aportar cantidades significativas de calcio, vitamina D, proteínas de alto valor biológico, y otras vitaminas liposolubles e hidrosolubles fundamentales para el desarrollo y mantenimiento de huesos y dientes, la función muscular y el sistema inmunológico. El calcio, particularmente, es esencial para la formación y mineralización ósea; mientras que las proteínas favorecen el crecimiento y la reparación celular. La vitamina D, por su parte, actúa sinérgicamente al favorecer la absorción intestinal de calcio, optimizando su aprovechamiento fisiológico.
A diferencia de otras bebidas comúnmente ofrecidas a niños los batidos lácteos no solo aportan energía, o como se suele decir coloquialmente “calorías vacías”, sino también macro y micronutrientes fundamentales como se puede ver en la TABLA 1
Tabla 1. Comparación del contenido nutricional por 100 ml del batido Puleva chocolate y batido Puleva chocolate Zero. Fuente: Elaboración propia a partir de etiquetas nutricionales de productos comercializados en España (batido Puleva chocolate, batido Puleva chocolate Zero)
Una ración de 200 ml de batido con más de un 90% de leche puede cubrir entre el 30 % y el 40 % de las necesidades diarias de calcio en edad escolar. Además, su aporte proteico —entre 3 y 3,5 g por 100 ml— supera con creces al de otras bebidas azucaradas, que en su mayoría carecen de proteínas de calidad. Y también aportan cantidades significativas de vitamina D como se puede ver en la TABLA 1.
¿Qué papel juega el azúcar en este tipo de productos?
Uno de los puntos más críticos en la evaluación nutricional de los batidos lácteos es su contenido de azúcar.
Es importante explicar que el contenido de hidratos de carbono o azúcar total que aparece en el etiquetado nutricional incluye tanto los azúcares intrínsecos naturalmente presentes (como la lactosa) como los añadidos por el fabricante, ya que la legislación no permite diferenciarlos. En los batidos lácteos infantiles con un contenido superior al 90% de leche, el aporte de azúcar total puede oscilar entre un mínimo de 4,4 y un máximo de 10,5 g por cada 100 ml, en función de si se ha añadido azúcar en la formulación. Es importante destacar que, independientemente de esta variación, aproximadamente 4,4 g por cada 100 ml proceden exclusivamente de la lactosa, el azúcar naturalmente presente en la leche. Este tipo de azúcar no se considera azúcar libre ni añadido según la OMS, y no se asocia con los efectos negativos que sí presentan los azúcares añadidos (riesgo de obesidad, caries o alteraciones metabólicas). Por tanto, en batidos con una proporción significativa de leche, el azúcar total no debe interpretarse automáticamente como un indicador negativo.
Recomendaciones oficiales sobre azúcares libres/añadidos:
• OMS: no deben superar el 10% de la ingesta energética total diaria, con una recomendación aún más restrictiva del 5% para beneficios adicionales en salud (prevención de caries dental).
• La Asociación Americana del Corazón (AHA): establece un límite de 25 g/día para niños y adolescentes entre 2 y 18 años (~100 kcal/día).
• La Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN: recomienda límites de consumo según la edad: de 5 a 7 años, entre 10 y 20 g/día; de 7 a 10 años, entre 22 y 23 g/día; y de 10 a 12 años, hasta 27 g/día).
¿Qué dicen los datos de consumo de azúcar en España?
Los estudios más recientes revelan un consumo excesivo en población infantil. Un estudio, realizado por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INYTA) de la Universidad de Granada, muestra que los niños españoles consumen una media de 55,7 g de azúcares añadidos al día, más del doble de lo recomendado por la OMS. El 65 % de ese azúcar añadido proviene de productos de bajo o nulo valor nutricional como bollería, refrescos, galletas o cereales de desayuno.
El estudio ANIBES, realizado por la Fundación Española de la Nutrición (FEN), fue el primero en analizar detalladamente el origen de los distintos tipos de azúcares en la dieta. Según sus resultados, el 17 % de la energía total consumida proviene de azúcares, de los cuales un 9,6 % son intrínsecos y un 7,3 % son azúcares libres o añadidos. Además, señala que más del 90 % de los azúcares libres en la dieta provienen de alimentos con baja densidad nutricional, como refrescos, bollería, chocolate o cereales azucarados. Por grupos de edad, los adolescentes y adultos obtienen la mayor parte de estos azúcares de refrescos, los niños del chocolate, y los adultos mayores del azúcar de mesa.
El principal problema es que el etiquetado nutricional no diferencia entre azúcar añadido y azúcar intrínseco, lo que genera confusión entre padres y consumidores. Esta limitación normativa impide interpretar correctamente si un batido contiene solo los azúcares propios de la leche (lactosa) o si ha sido enriquecido con azúcares añadidos. Por eso, es fundamental revisar el listado de ingredientes, donde debe declararse el uso de azúcar, jarabe de glucosa, miel o concentrados de frutas.
Azúcar total no equivale a azúcar añadido. Diferenciar ambos conceptos es fundamental para evaluar de manera más precisa la calidad nutricional de un batido lácteo infantil.
¿Y si el batido lleva algo de azúcar añadido?
Incluso en el caso de que un batido lácteo con más del 90 % de leche contenga, por ejemplo, hasta 4,7 g de azúcar añadido por cada 100 ml, su consumo en una ración individual (200 ml) supondría alrededor de 9,4 g de azúcar añadido, lo que equivale a unas 38 kcal. Esta cantidad representa menos del 2 % de la ingesta calórica total en una dieta estándar de 2000 kcal, quedando muy por debajo del umbral del 10 % de azúcares libres diarios que establece la OMS, incluso seguiría respetando las recomendaciones en gramos de otros organismos. Por tanto, su impacto calórico y metabólico resulta poco significativo dentro de un patrón de alimentación saludable, especialmente si el producto se utiliza como vehículo para mejorar la adherencia al consumo de lácteos en poblaciones que rechazan el sabor natural de la leche.
Los resultados del estudio realizado por el INYTA, antes mencionado, indican que los batidos lácteos representan únicamente un 7% del total de azúcares añadidos consumidos por la población infantil en España. Estos hallazgos coinciden con los del estudio ANIBES, que mostró que el grupo “batidos y otras bebidas lácteas” aportaba un 6% del total de azúcares añadidos en la dieta infantil. A pesar de su contribución al consumo de azúcares añadidos, los batidos lácteos se consideran alimentos de alta densidad nutricional debido a su elevado contenido de leche.
Es importante valorar un alimento en su conjunto y el contexto dietético global, más allá de un solo ingrediente.
Conclusión: ¿Pueden formar parte de un patrón de consumo saludable?
En el contexto actual de aumento sostenido de la obesidad infantil, marcado por una compleja interacción de factores individuales, familiares, comunitarios y estructurales, la elección de alimentos adecuados en las primeras etapas de la vida cobra una relevancia crítica.
A diferencia de otros productos azucarados de bajo valor nutricional, los batidos lácteos con más del 90 % de leche pueden ser una opción adecuada de forma ocasional, ya que aportan nutrientes esenciales como calcio, vitamina D y proteínas. Las versiones sin azúcares añadidos («batidos cero o zero») resultan especialmente interesantes, al mantener los beneficios de la leche sin sumar azúcares. No obstante, es clave valorar el contexto: acompañar un batido con fruta puede ser adecuado, mientras que hacerlo con bollería compromete la calidad del conjunto. La leche continúa siendo la alternativa más recomendable para un consumo habitual.
En conclusión, los batidos lácteos con alto contenido en leche pueden representar una herramienta útil y práctica dentro de una dieta saludable en la infancia, especialmente en contextos donde otras fuentes lácteas no son fácilmente aceptadas. Su inclusión debe enmarcarse siempre dentro de una alimentación variada, equilibrada y basada en alimentos frescos, evitando la sobreexposición a productos ultraprocesados y promoviendo paralelamente estilos de vida activos y entornos nutricionalmente seguros.
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